La Marcha de la Humanidad

Por Renée de Pedro
Abril 2016, México

LADRÓNgalería, espacio abierto a propuestas emergentes de la escena artística, el pasado 31 de marzo, ofreció por primera vez un acontecimiento dancístico. Éste recinto, proyecto de miembros de la comunidad estudiantil de La ENPEG (Esmeralda), creó de manera contundente un lazo entre creadores visuales y hacedores del cuerpo. Juan Carlos Flores (ENDCC) director creativo de La Virtud, junto con otros miembros de escuelas profesionales de danza y teatro en México, cuestionan los lineamientos básicos de convivencia, la jerarquía entre  miembros, así como las líneas del enfoque educativo, de las instituciones donde llevan a cabo sus estudios.

Como respuesta a un enfrentamiento de realidades, donde los alumnos de las escuelas de arte se manifiestan contra una tradición y una estructura que parece ya no satisfacer las necesidades de lo contemporáneo, nuestras necesidades, La Marcha de la Humanidad transporta los cuerpos de la danza a un espacio donde lo arquitectónico y visual recobra una fuerte presencia.

El cuerpo y el espacio, dos líneas de investigación de disciplinas diferentes, ahora dialogan bajo las voces de los intérpretes/bailarines, y los colaboradores conceptuales: Marco Aviña, Marek Wolfryd y Wendy Cabrera (LADRÓNgalería). Dentro de un espacio muy reducido, el espectador está obligado a vigilar de manera voyerista el movimiento durante tres horas: el acontecer de un cuerpo en el encierro, metáfora del sentir de una generación de estudiantes universitarios.

El Arte,  como una limitante más que como un medio de realización, responde a que Las Instituciones direccionan la labor del artista. ¿Es una realidad del ahora o permanece generación tras generación? Las Bellas Artes y su sistematización, son una adopción de la cultura occidental que como colonia hemos asumido. ¿Qué postura tomamos como estudiantes de la escuelas que nos contradicen y contradecimos?

Aquello sucedido el 31 de marzo, da pie a una necesaria colaboración entre las escuelas del CENART, puesto que el intercambio profesional se ha diluido entre las disciplinas. El compartir un espacio físico debería posicionarnos a ser participes de lo que sucede en nuestra comunidad, ser parte del entendimiento de lo ajeno y de lo propio.


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